> Por Biciman.©
Ese dedo entra justito en mi culo. Su diámetro color calor intenciones. No hay otro igual. Tampoco es que lo voy a andar buscando por todo el reino. Un par de beldades a la redonda y ya está. Porque yo sé dónde está ese dedo. Entre falanges de una mano que mece mis lunas. En cortezas copulantes que no quiero nombrar. A menos que me circunciden el recuerdo, me arranquen la memoria y quede al descubierto como aireando un poco la edad. Ese dedo no es mío y siempre lo quise y nunca lo fue. Entró en mi cuerpo como un virus motorizándome el rabo, inventándome helicópteros de ansiedad. Y mi culo fue un botón y esa mano un ascensor y ahora bajo como cienqués por la escalera más larga del mundo. Todos los dedos de la humanidad señalándome no me importan. Yo quiero ese dedo. Sé que anda siempre desnudo. Y que la última campanada de medianoche no me lo traerá. Entonces acá me quedo. Acá lo espero. Acá lo veo. Acá viene. Acá está. Ese dedo tiene sombra. Es mi culo que está detrás.
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