miércoles, 10 de julio de 2019
Nico, 1988 [2017]
El 22 de julio de 1988, cuatro días después de su muerte, The New York Times publicaba un escueto obituario: "Nico, que cantó con el grupo pop Velvet Underground y se convirtió en una de las estrellas del cine de Andy Warhol, murió el lunes tras caerse de una bicicleta en la isla española de Ibiza. Tenía 49 años". Poco quedaba ya del ícono de los 60 y los 70, de aquella chica alemana que hablaba en inglés, cantaba en inglés y, probablemente, pensaba en inglés -tuvo una relación complicada con su país de origen, habiendo nacido en los albores de la Segunda Guerra Mundial- y que quiso convertirse en modelo, cantante, actriz y musa de la subcultura sesentera. Lo consiguió. Y lo perdió por culpa del enganche al ácido y a la heroína, y sumergida en sus últimos años en giras decadentes al lado de grupos de segunda categoría, desapareció en la oscuridad de su propia sombra en la soleada Ibiza. La directora italiana Susanna Nicchiarelli presentó en 2017 "Nico, 1988", una biopic centrada en los dos últimos años de vida de la artista, antes de que una hemorragia cerebral acabase por llevársela. "He estado en lo más alto. He estado en lo más bajo. Y los dos sitios están vacíos". En los últimos años de su vida, el lóbrego escepticismo y la languidez marca Nico -si no impostada, al menos seductora para el underground- degeneraron en un escepticismo real, en la estampa difícil de mirar de una espiral de autodestrucción consciente, de picos de heroína en un tobillo marcado por las agujas, de exabruptos erráticos humillantes y de pequeños momentos de lúcida calidez, sobretodo hacia un hijo, Ari, trastocado por los mismos demonios que su madre. La película de Nicchiarelli desmonta el mito para retratar a una mujer superada y rebelde, que se maneja tan bien como mal cuando el foco se apaga. Es esa dicotomía, la de una artista capaz de comportarse como una diva caprichosa y subversiva y la de una madre que no sabe bien cómo amar a su hijo -que Alain Delon nunca reconoció como suyo-, deja entrever esa fragilidad con la que es difícil no conectar. Una mujer que debe seguir reconociéndose como Nico, la rubia lánguida de voz grave y pestañas infinitas, y como Christa -su nombre real y por el cual la llaman sus conocidos-, una cincuentona deteriorada por el abuso de drogas y en la que prácticamente es imposible reconocer al mito de la moda de veinte años antes, que se arrastra por salas de mala muerte consciente de que el interés que despierta es el de una leyenda caída. Una cantante empeñada en quitarse la muletilla de "Nico, ¿la de la Velvet Underground?" y demostrar ser una artista por derecho propio.
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3 comentarios:
Gracias loco !!!!
POR FAVOR, NECESITAMOS SEEDS
Puede ser que no tenga los subtitulos?
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