viernes, 29 de mayo de 2009

Una casa hecha con huesos de cien mil cabezas

> Por Biciman.©
Nos han obligado a soñar y nada más.
A imaginar una casa

con un jardín de amigos en el fondo,

con un perro cerámico

y un gato manchando las paredes de amor y lealtad.

Con niños envueltos en llamas

corriendo apresurados para apagar sus fuegos de pubertad.

Con una chimenea sin inviernos

y con persianas de mimbre de ballet de brisa vegetal.
Una casa de paredes huecas
rellenas de algodón seca-llantos-y-humedad.

De piso de mármol que ennoblece el caminar.

Con un gran araña hecha de soplos de arena,

de patas sosteniendo soleadas minilunas

iluminando el estar, asolando la sala,

eclipsando los límites de la libertad.

Una casa al final de una calle vacía de enemigos,

de vereda empedrada para que los viejos puedan tropezar.

Con una puerta de entrada que invite a abrirla,
pasarla, cerrarla,
y sentir el glorioso rubor de la felicidad.


Nos han obligado a soñar y nada más.

¿Cuánto tiempo más podremos aguantar
imaginando la felicidad?

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